Relato de Laura Xueyuan, un trocito de luna

Nunca quisimos una hija única y a los 9 meses de estar aquí Ainé decidimos volver a presentar la solicitud para una segunda adopción, con la misma ilusión que la primera vez, pero contentos porque parecía que el proceso iba a retrasarse un poquito, lo que permitiría que Ainé fuese un poquito más mayor cuando llegase su hermana y pudiese disfrutar del cada momento de este segundo proceso.
Quién nos iba a decir que todo cambiaría tanto y que la espera se alargaría tanto. Pero todo en este mundo tiene un sentido y un porqué y si las cosas hubiesen sido de otra manera no hubiésemos llegado a nuestra princesita rubia, Laura Xueyuan.

Cuando decidimos presentar la segunda solicitud de adopción ya habíamos oído hablar del Pasaje Verde y nos pareció una opción a tener en cuenta, preguntamos y preguntamos pero nadie sabía informarnos, al final llegamos a un callejón sin salida y decidimos seguir la otra vía.

Gracias a la larga espera en nuestro camino fueron cruzándose un montón de personas maravillosas que nos fueron mostrando el camino (Lourdes, Marta, María) y gracias a ellas en noviembre de 2007 por fin conseguimos nuestro CI verde. Dos meses después recibíamos la llamada de nuestro ángel Esther diciendo que una peque nos esperaba en China, nos apresuramos a firmar la aceptación y el día 19 de marzo salíamos rumbo a China por segunda vez.

De nuevo revivimos las sensaciones maravillosas del primer viaje, esta vez por partida doble, con nuestras dos hijas a nuestro lado.

Laura Xueyuan nos esperaba en una habitación del Hotel Hilton de Chongqing, con su carita mofletuda y blanca, ajena a todo lo que le esperaba. Al igual que su hermana no lloró nada en la entrega, se fue con nosotros sin rechistar, pero a diferencia de Ainé, rehuía nuestros intentos de captar su atención, no quería no siquiera mirarnos, pero se dejaba acariciar y besar y, igual que Ainé, no tardó demasiado en regalarnos las primeras sonrisas.

Los 15 días que pasamos en China fueron fabulosos, por segunda vez volvíamos a enamorarnos del país al que tanto y tanto debemos y volvíamos a hacernos la firme promesa de regresar, la próxima vez de vacaciones a visitar con nuestras hijas cada rincón que compartimos en esas cuatro semanas, las mejores de nuestras vidas.

Nuestras dos hijas son el mayor regalo de nuestras vidas, Ainé con su carita de muñeca, su piel tostada y su pelo negro, Laura, al contrario con su piel rosada y su pelo blanco como la nieve, nuestra pasajita albina con su minusvalía visual, afiliada a la ONCE, organización a la que tanto tengo que agradecer, con sus ¿limitaciones? Sólo puedo decir que ella, a pesar de todo hace cualquier cosa que haga otro niño de su edad, su deficiencia no le impide jugar, saltar, montar en bici, aprenderse los colores incluso antes que el resto de sus compañeros de la guarde, reconocer letras que otros niños de tres años aún no saben ni que existen.

Mi pequeña rubia es un ángel (cuando quiere), lista como ella sola, completamente autosuficiente, alegre, simpática, cariñosa, en otras palabras, una niña como las demás. Después de dos años juntas, la única diferencia que encuentro entre ella y su hermana es que en mi bolso siempre tienen que estar la crema y las gafas de sol (y su fuerte carácter, jajajajajajajaja).