Hoy nos llega otro precioso relato, esta vez desde Etiopía. Sabemos lo mucho que os gusta leer las experiencias de otras familias y lo mucho que ayuda a tomar decisiones (da igual si es para seguir adelante, como para descubrir que no estamos preparados...). Nuestro pequeño Victor es un luchador de chocolate y menta.
Gracias a todas las familias que nos hacéis entrega de vuestra historia y con ella, un trocito de vuestro corazón.
Cuando decidimos dar el paso de nuestra tercera maternidad/paternidad (la primera adoptiva) y empezamos a informarnos lo primero que nos llamó la atención era la gran cantidad de niños que con patologías y problemas habituales estaban fuera de las listas de adopción ordinaria. ¿Qué familia biológica está a salvo de un hijo prematuro? ¿O de un hijo con labio leporino? ¿O que nazca con un problema visual o seis dedos en sus manos?
Nos sorprendió porque nuestro primer hijo nació con un "problemilla" que le hizo pasar por quirófano con 19 meses y le obligó a realizar logopedia durante dos años. Nunca nadie nos preguntó si estaríamos preparados para algo así, nos hubiera ofendido que lo hicieran, ¿cómo no íbamos a estarlo? Nuestro hijo nos necesitaba al 100% luchando a su lado y no iba a tener menos.
Comenzamos este camino totalmente convencidos de que sería un camino verde y después de algunas dudas decidimos dirigirnos rumbo al sur, a Etiopía. Algo mas de medio año mas tarde nos llegó el diagnóstico del que sería nuestro hijo, desnutrición severa, 1.900 grs. con dos meses de edad, bronconeumonía y problemillas varios. En una capital donde la luz eléctrica cuando la hay es un lujo y del agua ni hablamos. Sabíamos que la situación de un bebé que probablemente había nacido prematuro se podía torcer y no llegar a tiempo a buscarle, pero él, es un luchador, un niño muy fuerte y fue mejorando poquito a poquito.
Cuatro meses mas tarde llegamos a buscarle ya superados todos los trámites legales y allí estaba increíblemente pequeño y como si en vez de 10 meses tuviera apenas 3.
Al llegar a España fuimos descubriendo todas las secuelas que sus especiales circunstancias habían dejado en él, y aprendimos que la peor de las secuelas es el estado de abandono, desatención y falta de cariño que había sufrido.
De eso hace ya 9 meses, aquel trocito de carne que no seguía ni los objetos con la mirada hoy camina, señala e intenta hablar e imitar todas las palabras que oye. Pero lo más grande es que aquel pequeño que no sabía reírse a carcajadas hoy en día lo hace continuamente desde que se levanta hasta que se acuesta.
Sabemos que seguirá luchando y avanzando como lo ha hecho toda su vida desde su primer aliento, pero también sabemos que ahora tiene unos padres, hermanos, abuelos y tíos que le acompañan le apoyan y se sienten tremendamente orgullosos de cada uno de sus pasos
Nuestros hijos son nuestra felicidad, nuestra fuerza y nuestra vida. ¿Se puede ser mas afortunado que nosotros?
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1 comentario:
Preciosa historia gracias por compartirla un fuerte abrazo para ese principe etíope
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